Por Charles Staley

Hace algunos años, recuerdo que hablé en una conferencia en Toronto, Canada. Y resultó que uno de mis compañeros en la conferencia era el Mr. Olympia Dorian Yates.

Antes de que Yates comenzase a hablar, se podía oír un alfiler caer en el auditorio. Todo el mundo estaba ansioso esperando ver que podrían aprender en la próxima hora, incluyéndome a mí.

Decir que la charla de Yate fue sorprendente, sería quedarse corto:

(Parafraseando a Yates) «Bueno, normalmente, en mi primer ejercicio, por ejemplo, en las sentadillas, calentaba primero con la barra. Luego ponía 60 kg para otra serie, luego 100 kg, y seguía añadiendo peso de esta forma hasta llegar a mis series de trabajo. Luego, dependiendo de cómo me sintiese, podía hacer por ejemplo 3 series de 10, o 5 series de 8, o algo parecido. Trabajaba tan duro como podía en esas series, y luego iba al ejercicio siguiente…»

Recuerdo como vi que varios asistentes se miraban el uno al otro, con los ojos abiertos por la incredulidad y el aburrimiento. Claramente, ¡Dorian tenía que tener secretos para compartir, pistas jugosas que podrían acelerar el resultado del entrenamiento de cualquiera!. El resto de la charla de Dorian fue igualmente mundana, hablando de cosas con las que todos en la audiencia ya estaban familiarizados. Nunca le escuché decir una «perla» que no pudiese ser clasificada en la categoría de «obvio».

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En la sala, después de que terminase la charla de Yates, escuché numerosos murmullos de decepción de los labios de los asistentes. Estaban buscando novedades, y les habían dado lo que era efectivo. El propietario de uno de los (discutiblemente) mejores físicos del mundo, compartió al completo sus métodos y su filosofía con su audiencia ese día. Si Dorian hubiese sabido que sus fans no querían la verdad, podía haber dado una charla muy diferente aquel día.

Pero yo si aprendí algo. Lo que de verdad funciona, normalmente son cosas con las que ya estoy familiarizado. Cosas que ya se. Y eso pone la responsabilidad de vuelta sobre mis hombros.

No hay secretos. No existe el «mejor» camino. Si quieres secretos, has perdido antes de empezar. La mayoría de los mejores atletas que conozco están haciendo cosas que te asombrarían por ser convencionales, obvias y simples. Nada en especial. Pero lo que estos grandes atletas saben es el único «secreto» si se puede llamar así: Trabajo duro, consistente, que te puede llevar lejos.

Traducido de un post en Facebook por Charles Staley