La angustia de Cristo

Mateo 26:38

Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.

Su alma no solo estaba triste, sino «muy triste», y no solamente eso, sino que añade «hasta la muerte», lo que parece indicar que los dolores y tristezas del infierno mismo, de la muerte eterna, estaban sobre Él. Si el sufrimiento de Cristo le hubiera simplemente ocasionado una violenta sudoración, esto por sí solo habría mostrado que estaba en una gran agonía, ya que una pena extraordinaria y el ejercicio mental puede hacer que el cuerpo sude al aire libre en una noche fría como la que era. Esto es evidente porque en Juan 18:18 leemos «Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose», y está hablando de la misma noche en que Cristo sufrió su agonía en el jardín. Pero su angustia y pena interior no solo provocó en Él un sudor violento común, sino que le hizo sudar sangre. La angustia de su mente era tan extrema e inexpresable que forzó a la sangre a través de los poros de su piel, y con tanta abundancia como para caer en gruesas gotas de su cuerpo al suelo.

¿Cuál era el objetivo de Dios al proporcionar a Cristo de antemano estas visiones terribles de sus últimos sufrimientos? ¿Por qué era necesario que tuviera una visión completa de la copa que había de beber antes de beberla, tanto como no la había tenido antes? ¿Por qué tenía que probar de antemano la ira de Dios que había de soportar en la cruz antes de que el tiempo llegara?

Era necesario para que tomara la copa y la bebiese sabiendo lo que hacía. A menos que la naturaleza humana de Cristo tuviera una visión extraordinaria de lo que iba a sufrir, no habría podido, como hombre, saber de antemano lo que iba a sufrir y, por tanto no podía como hombre, saber lo que hacía al tomar la copa para beberla. Si Cristo se hubiera sumergido en esos terribles sufrimientos sin ser completamente consciente de antemano a su amargura y horror, habría hecho lo que no conocía, actuando ciegamente. Y, por supuesto, el haber aceptado estos sufrimientos no podría haber sido algo completamente voluntario. Cristo, como Dios, sabía perfectamente cuales eran, pero era más necesario que los conociera como hombre, porque tenía que sufrir como hombre, y el acto de beber esa copa era el acto de Cristo como Dios hombre.

-Jonathan Edwards

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